‹‹En nombre de Cristo les suplicamos: ¡reconcilience con Dios! (2Cor. 5, 20)»
¿Cómo están comunidad? Espero muy bien y preparándose para el ya próximo tiempo muy especial que es la cuaresma. Normalmente nos ponemos a pensar en el rico pescado de los viernes y vacacionesde Semana Santa, pero te invito a que leas esta reflexión acerca de esta tiempo de meditación, penitencia y conversión, vas a ver que es más que vacaciones y ricos filetes de pescado. Así que ahí les va la reflexión actualizada que hice algunos años.
‹‹En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» (2Cor. 5, 20).
La Cuaresma es el tiempo más apropiado para responder a esta exhortación, y por ello el tiempo en el que se nos invita a hacer conciencia de crecer en santidad, algo que muchos hemos perdido de vista en la actualidad. Desde la imposición de ceniza, nos reconocemos pecadores, invocamos el perdón de Dios, manifestando un sincero deseo de conversión que nos lleva a comenzar un camino penitencial (Cf. Sal.50). En efecto, la penitencia, entendida como conversión, forma un conjunto, que la tradición del Pueblo de Dios ya en la Antigua Alianza, y después el mismo Cristo practicó, con una vida penitencial basada principalmente en la oración, la limosna y el ayuno. Estas semanas, la Iglesia nos introduce en una liturgia de conversión, que nos convoca a tomar conciencia de la responsabilidad personal y social de nuestras obras y actitudes.
La invitación que les hago, es que retomemos el verdadero sentido de la penitencia, y nos dejemos guiar por el Espíritu Santo para que vuelva a encender nuestros deseos de santidad. Por ello, el P. Cantalamessa (Predicador del Papa) dice, “la Penitencia es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo”. De aquí nace la urgencia de reasumir la vivencia y lo cotidiano de la penitencia, de quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para redes cubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas nos ama y nos ha llamado a la santidad más elevada.
La penitencia es un componente esencial de la vida cristiana. La penitencia, es algo que nos va a costar, pero será el comienzo de un fuego que arderá en nuestro corazón, de tal manera, que nos unirá más a Dios y nos hará abrazar la voluntad divina en nuestras vidas (Cf.Sb. 3, 1-9). Este es el mismo fuego que movía a los santos, el que hacía arder sus corazones y les daba el valor para soportar cualquier cosa, incluso, el entregar su vida, todo por obtener esa perla preciosa (Mt 13,46), y que a los ojos del mundo –incluso para muchos de nosotros– puede parecer una locura y una exageración,pero nosotros predicamos a un Cristo crucificado, una cruz que es escándalo para el mundo, pero para nosotros, es fuerza y sabiduría de Dios (Cf. 1Cor1,23-24), ¿Yo me pregunto si habrá un cristiano sin vida de cruz? El mundo de hoy necesita de hombres como Juan el Bautista, que nos sacudan y despierten, por esto es que los invito a reavivar el verdadero sentido de la penitencia y seamos valientes a dar testimonio de Cristo a través de ella, como dijo San Juan Pablo II “No es raro que los no cristianos se sorprendan por el escaso testimonio de verdadera penitencia por parte de los discípulos de Cristo” (Cf.“Reconciliatio et paenitentia” 26).
Una de las prácticas más comunes en la penitencia dentro de la Iglesia es el ayuno, este, fortalece la espiritualidad del hombre, para tener dominio sobre sí mismo y contra todo aquello que busque corromperlo. Si siguiéramos el ejemplo de ayuno de las primeras comunidades cristianas, deberíamos pensar en la comida que comen los pobres, y en dar de limosna aquello que nos hallamos ahorrado; pero el ayuno, también consiste, como dice San Bernardo, en evitar la mirada curiosa, la lengua de difamación, los vicios, los pecados y de imponer la propia voluntad y juicio. Pues, sin este ayuno, todos los demás son reprobados por Dios (Cf. Is. 58). Ya que si no nos abstenemos de lo lícito, como llegaremos a abstenernos de lo ilícito. “Culto sin sacrificios es una de las absurdas pretensiones de la edad moderna” Mahatma Gandhi. “haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir enla lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos denuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo” (Papa Benedicto XVI, reflexión de cuaresma 2011).
La limosna, como un medio de conversión y de penitencia cristiana, figura la prontitud a compartir con los otros, nuestras alegrías y tristezas, a dar al prójimo, en particular al necesitado, a repartir no sólo los bienes materiales, sino también los dones del espíritu, a darnos nosotros mismo (Lc. 12,33).
Y por último, “la oración debe ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse de la falta de tiempo: lo que le falta es amor” (San Juan Pablo II).“En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán», para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna” (Papa Benedicto XVI, reflexión de cuaresma 2011).
El Papa Francisco en su mensaje de cuaresma 2022 titulado «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a), el cual divide en tres secciones 1) sembrar y cosechar, 2) hacer siempre el bien y 3) si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos. El Papa nos invita a sembrar esta cuaresma, nos dice: "No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios.
Así que la Esperanza en esta vida de conversión tiene por oficio nuestra santificación, ya que es la causante de la eficacia de nuestras oraciones y fecundidad de nuestras actividades. Segúnel P. Cantalamessa «¡Necesitamos esperanza para vivir y necesitamos EspírituSanto para esperar!». Seamos sembradores de la esperanza, encendamos el deseo de santificación y comuniquemos el apetito, el impulso, el ardor necesario para aspirar dejar la tierra de lo cómodo y seguir la estrella que convierte lapropia vida en Buena Nueva.
Es un campo de trabajo no sólo durante la Cuaresma, sino para cada día; para toda la vida. Si las personas del mundo trabajan con tanto ardor para conseguir riquezas perecederas, si los atletas se sujetan voluntariamente a practicar ejercicios tan arduos de entrenamiento, si hacen desesperados esfuerzos para alcanzar una corona corruptible, ¿Cuánto más no debemos trabajar y padecer nosotros por una corona incorruptible? (1Cor.9,25).
Como dice el Papa Francisco en su reflexión para la cuaresma 2022, “No nos cansemos de hacer el bien.” Aún frentea la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Y termina diciendonos que La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también elamor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día».
Que en este exigente camino espiritual nos acompañe la Virgen María, Madre de Dios y nos guíe hacia el encuentro con Cristo en el misterio pascual con la alegría y el gozo de quien se ha esforzado.
Les mando un gran abrazo y ánimo en este exigente camino y aventura espiritual.
Bendiciones, Padre Borre